Trabajadores y trabajadoras jóvenes de todo Asia pueden llegar a pagar más de 4.000 euros para encontrar trabajo en Malasia. Según los grupos de expertos, hay redes de agencias e intermediarios que se enriquecen gracias “al cobro de cantidades desorbitadas bajo mano”.

Desde la década de 1990, el sector de las manufacturas de Malasia tiene una enorme dependencia de la mano de obra barata extranjera. El año pasado, en el país había registradas 2,2 millones de personas migrantes y, según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones, había entre 2 y 4 millones más que trabajaban sin papeles. Se trata de personas procedentes sobre todo de Bangladesh, Nepal, Birmania e Indonesia.


Mientras que las empresas de Malasia contratan personal migrante altamente cualificado y semi-cualificado a unos costes muy elevados, la mano de obra sin formación y poco cualificada suele tener que pagar para disponer de un contrato de trabajo.

Estas personas a menudo se ven obligadas a asumir comisiones abusivas para acceder a trabajos poco cualificados en Malasia, hecho que puede hacer caer a familias enteras en dinámicas de endeudamiento y exponerlas a situaciones de servidumbre por deudas.

Trabajadoras entrevistadas por Danwatch, como Alina y Binsa, afirman que tuvieron que pagar comisiones de entre 950 y 1.100 euros, el equivalente a cuatro o cinco meses de salario base, y que dedicaron el primer año de trabajo en Malasia a saldar esta deuda.


Según las investigaciones que suele publicar la prensa de Malasia muchas personas trabajadoras –sobre todo de Bangladesh– han llegado a pagar 4.200 euros para poder tramitar el permiso de trabajo y obtener el billete de avión.


“Cantidades desorbitadas bajo mano”
Según los colectivos de defensa de derechos laborales, se llegan a pagar cantidades desorbitadas sobre todo porque hay muchos intermediarios que se enriquecen con el proceso de contratación de estas personas.


Según Andy Hall, especialista en derechos del personal migrante en el sudeste asiático, en Malasia y en los países exportadores de mano de obra hay redes de agencias e intermediarios de recursos que funcionan gracias “al cobro de cantidades desorbitadas bajo mano”.


Hall explica cómo funciona la cadena de suministro de mano de obra: normalmente, en el primer nivel está la fábrica malaya que busca personal, que intenta obtener el máximo beneficio escogiendo la mejor oferta de todas las presentadas por las agencias de recursos humanos de Malasia. A continuación, la agencia que ha comprado la oferta la traspasa a la agencia del país de origen de las migrantes que le ofrezca más dinero, la cual acaba repercutiendo estos costes sobre los intermediarios ubicados en los niveles inferiores.

Después, los intermediarios van a los pueblos y a las ciudades del personal migrante a exigirles pagos que generen suficientes beneficios para todos los integrantes de la cadena.

En general, si la persona trabajadora no puede pagar la comisión enseguida, tiene que trabajar para saldar la deuda cuando llegue a la fábrica de Malasia. Allá, es posible que la empresa también se niegue a pagar la tasa oficial para contratar personal extranjero a pesar de que, legalmente, a partir de 2018 tiene la obligación de hacerlo.

“Además, en cada etapa del proceso de contratación pueden surgir costes asociados a la corrupción –para tramitar visados y otros documentos, por ejemplo–, así como gastos de alojamiento y transporte que también tienen que asumir el personal”, explica Andy Hall.