La campaña Electrónica Justa tiene por objetivo denunciar los impactos sociales y ambientales de la industria electrónica global:
En el diseño de aparatos electrónicos se toman decisiones clave que afectan la durabilidad y la reparabilidad de los productos, así como la sostenibilidad y la eficiencia en los materiales, y el consumo energético del producto. Actualmente hay varias prácticas por parte de los fabricantes que no favorecen que la vida útil de los productos sea larga, o sean fáciles de reparar. Por ejemplo, algunos productos no se pueden abrir para cambiar las piezas por unas de nuevas.
La minería es uno de los sectores más contaminantes y causa graves daños ambientales y sociales. La extracción de recursos afecta negativamente las comunidades locales y la biodiversidad, convirtiendo regiones como la República Democrática del Congo, Chile, Argentina, Bolivia y Brasil en puntos de conflicto por el interés económico en materiales como el coltán, el litio y el cobre, esenciales para la producción de baterías y semiconductores. Esta situación subraya las desigualdades globales y la responsabilidad de los países del norte global en el consumo de estos recursos, que a menudo ignoran las implicaciones sociales y ambientales.
La deslocalización de la producción hacia países del sur global – especialmente en Asia- para abaratar los costes de mano de obra, ha ido de la mano de la precarización y la explotación de la mano de obra en las fábricas, ocupada por mujeres entre un 70-80%.
El sector de la electrónica es uno de los sectores con más trabajo forzoso, y en el cual se producen violaciones de los derechos laborales sistemáticamente. En la fase de fabricación se producen también impactos ambientales (gases de efecto invernadero y contaminación).
El crecimiento de grandes empresas logísticas, como Amazon, ha transformado la distribución maximizando la eficiencia y los beneficios, a menudo a expensas de los derechos laborales y con condiciones de trabajo precarias. Además, la industria contribuye de manera significativa a la crisis ambiental con una elevada huella de carbono, afectando especialmente las comunidades vulnerables.
La integración de las tecnologías digitales en la vida cotidiana tiene implicaciones globales en los derechos digitales, erosionando la privacidad y el control de los datos personales, especialmente en comunidades con menos protecciones legales. Además, el uso de estas tecnologías puede afectar la salud mental y el desarrollo de niños y jóvenes, evidenciando la necesidad de un enfoque colectivo que proteja los derechos humanos y reduzca las desigualdades digitales a nivel mundial.
Como resultado del uso creciente de aparatos eléctricos y electrónicos, y dado que la vida útil de los productos es corta y su reparación es difícil, los residuos eléctricos y electrónicos se han convertido en el flujo de residuos que más crece en el mundo. En el Estado español, por ejemplo, se generan unos 19 kg de residuos electrónicos por persona cada año. Este hecho tiene graves implicaciones ambientales, no solo en los países que generan estos residuos, sino también en los países del sur global a los cuales se exporta una parte.