La minería de recursos naturales es una de las actividades más contaminantes y devastadoras para el medio ambiente, la cual tiene también graves impactos sociales. Para fabricar nuestros dispositivos electrónicos, son necesarios varios metales y minerales, como por ejemplo el oro, la plata, el coltán, el litio, el níquel, las tierras raras, la bauxita, entre otros. La minería provoca graves daños, como la degradación de los suelos, la deforestación, la contaminación de las aguas, y la generación de elevadas emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático.

En el sector y en las comunidades locales del entorno también se producen graves violaciones de derechos humanos. Regiones como la República Democrática del Congo (RDC), Chile, Argentina, Bolivia y Brasil, por ejemplo, se han convertido en puntos de conflicto por su riqueza en minerales como el coltán, el litio y el cobre.

Cada mina tiene su propio contexto, a pesar de que la explotación de estos recursos a menudo se hace bajo condiciones de trabajo precarias y sin las protecciones adecuadas por las trabajadoras. En el sector minero también encontramos la presencia de trabajo infantil, a pesar de ser ilegal, y carencia de transparencia que conduce a la presencia de una fuerte corrupción.

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La mayoría de las trabajadoras sufren problemas de salud derivados de la exposición continua a materiales tóxicos, como enfermedades respiratorias y trastornos musculares. Los menores trabajan más de 12 horas al día sin protección y se exponen a materiales tóxicos que pueden causar enfermedades respiratorias graves y, en casos extremos, incluso la muerte. En el triángulo del litio, las operaciones mineras ocupan tierras ancestrales de las comunidades indígenas de Argentina, Bolivia y Chile, alterando su estilo de vida tradicional y creando graves problemas de carencia de agua, esencial para su supervivencia y el mantenimiento de sus ecosistemas locales.

Las comunidades locales en muchos casos se benefician poco de la explotación de estos recursos, y en todo caso se ven afectadas negativamente. A este hecho hay que sumar que la extracción de materias primas forma parte del expolio de recursos que se hace en el Sur Global por parte del Norte Global, y que se acaba reproduciendo el modelo colonial, en el cual las economías más fuertes pagan las materias primas a un precio muy bajo en países empobrecidos, los cuales después tendrán que importar productos manufacturados cuyo el valor es mucho más elevado. Se hace un intercambio desigual que no ayuda a los países ricos en materias primas a ser más prósperos.

→ Las mujeres que trabajan en la minería también se ven afectadas por una doble opresión, puesto que sufren tanto la explotación laboral como la discriminación de género. Dependiendo del contexto de cada mina, algunas trabajan vendiendo comida y agua a los mineros, otras trabajan en la mina. La violencia de género y las agresiones sexuales son desafortunadamente comunes en muchas zonas mineras, donde la carencia de protección legal y apoyo social incrementa la vulnerabilidad de estas trabajadoras.

En los asentamientos informales, las jóvenes a menudo se ven obligadas a la prostitución, con un alto riesgo de infecciones de transmisiones sexuales y otros problemas de salud. Las mujeres mineras, a menudo relegadas a las tareas más peligrosas o extenuantes, reciben salarios inferiores tan solo por el hecho de ser mujeres.

OTRAS VULNERACIONES DEL SECTOR