La deslocalización de la producción de electrónica hacia el Sur Global, sobre todo en la Asia, con el objetivo de reducir costes laborales, ha generado en las últimas décadas un contexto favorable por la explotación y el trabajo esclavo moderno.

 

Las cadenas de valor globales se han vuelto más largas, complejas y opacas, y muchos países han optado para hacer la vista gorda a esta explotación para continuar atrayendo capital extranjero y generar puestos de trabajo. Las vulneraciones de derechos principales son: condiciones de trabajo precarias como por ejemplo jornadas larguísimas, inseguridad laboral, riesgos para la salud, trabajo forzoso, salarios no dignos y a veces por debajo del salario mínimo establecido por la ley cuando hay, y persecución sindical, entre otros.

La feminización de las posiciones laborales menos remuneradas en estas industrias es otro factor preocupante. Aproximadamente el 80% de las trabajadoras de las fábricas de electrónica son mujeres, a menudo seleccionadas porque se las considera más sumisas y fáciles de controlar que los hombres. Este sesgo de género perpetúa una jerarquía laboral que relega las mujeres a tareas mal remuneradas y las convierte en trabajadoras “de segunda,” expuestas a condiciones más duras y precarias, donde a menudo se encuentran en la escala salarial más baja y sin opciones de ascenso. A menudo además, son ellas quien asumen gran parte del trabajo reproductivo y de cuidados, es decir, cuidar sus familias y hacerse cargo de las tareas domésticas.

La carencia de implementación de las regulaciones de seguridad laboral incrementa el riesgo a sufrir enfermedades. La exposición a sustancias tóxicas tiene impactos graves sobre la salud y la salud reproductiva de las trabajadoras. Esta vulnerabilidad se ve incrementada por el uso frecuente por parte de las fábricas de contratos temporales que dependen de renovación constante, puesto que este tipo de contrato hace que las trabajadoras sean más susceptibles a abusos y acoso sexual por parte de sus superiores bajo la amenaza de no ser renovadas. Estas prácticas abusivas no solo reflejan una clara discriminación de género, sino que también perpetúan un sistema laboral que explota la vulnerabilidad económica y social de las mujeres en estos contextos para maximizar beneficios.

Este contexto de deslocalización de las fábricas de electrónica también ha propiciado la migración entre países asiáticos para responder a la demanda de mano de obra en el sector electrónico. Las trabajadoras migrantes, y sobre todo las mujeres, se encuentran en situación de gran vulnerabilidad, dado que a menudo se han tenido que endeudar para poder viajar, y una vez llegan al destino, se encuentran que las condiciones de trabajo que les habían prometido no son las mismas, sino peores. A menudo no pueden renunciar porque no tienen el dinero para volver, o porque la empresa les retiene los pasaportes por ejemplo, quedando atrapadas en una relación de dependencia.

→ La fabricación de los aparatos electrónicos también tiene un gran impacto ecológico, puesto que se utilizan grandes cantidades de recursos como el agua, y a veces se genera contaminación. Además, los gases de efecto invernadero emitidos durante la fabricación de componentes electrónicos son una parte importante de las emisiones de la industria electrónica, y agravan la crisis climática.

OTRAS VULNERACIONES DEL SECTOR